El hombre prudente
calla (Proverbios 11:12)
Si no sabes que decir, es mejor callar. Existe un dicho muy conocido que reza: “El hombre es
dueño de su silencio, pero esclavo de sus palabras”. Cuando te comprometes para
hacer algo debes cumplirlo, de lo contrario, la gente te tendrá por mentiroso y
no confiará en ti. De ahí la importancia de estar bien seguros cuando nos
comprometemos para hacer algo. El Señor Jesús enseño: “Tu cuando digas que sí,
que sea sí, y cuando digas que no que sea no” (Mateo 5:37).
Eres esclavos de los compromisos que asumes por medio de tus
palabras. Es preferible callar y no asumir compromisos hasta no estar 100%
seguros que podremos cumplir con ellos. En el silencio hay libertad de acción,
el silencio tiene poder y elocuencia.
En las muchas
palabras no falta el pecado, más el que refrena sus labios es prudente
(Proverbios 10:19)
A veces nos encontramos con personas que hablan mucho, pero
no dicen nada. Quizás hablan mucho porque no consideran que sus palabras sean
importantes. Pero siempre, en cuestiones de diálogo es preferible calidad antes
que cantidad. El sabio Salomón nos enseñó que el hombre prudente debe refrenar
sus labios. No es necesario dar una respuesta para todo, somos seres humanos y
constantemente estamos aprendiendo, así es mejor callar que dar una respuesta
inadecuada.
Refrenar los labios
significa pensar antes de hablar. El mundo moderno, en sus vertiginosas
carreras, demanda de los hombres rapidez, como si fuéramos robots automatizados
que deben dar respuestas inmediatas. Pareciera que hoy en día los hombres
debemos ser una especie de fábrica automatizada que debe andar al mismo ritmo y
velocidad que el resto de las máquinas. Si nos somos rápidos, si no damos
respuestas automáticas nos quedamos fuera del sistema.
Los afanes de esta vida, el afán de dinero y el consumismo
hacen que el hombre no se detenga a pensar y a estar en silencio, es como si no
tuviéramos tiempo para meditar y planificar las cosas que hacemos.
Contrariamente, la Biblia nos aconseja a callar, nos invita a pensar, a no ser
precipitados. La mayoría de los estafadores conocen la tendencia del hombre a
dar respuestas apresuradas, y se valen de esto para poder estafar tratando de
generar en sus víctimas un sentido de urgencia y así lograr sus objetivos
delictuales. Un estafador te dice: “rápido es la última oportunidad de tu vida,
no te queda más tiempo ¡Me tienes que dar una respuesta ahora mismo! Quién
quiera escapar a las estafas del mundo moderno deberá: detener sus labios;
meditar; y si no conoce la respuesta mejor callar.
El silencio puede
convertirse en una oportunidad para orar y consultarle a Dios acerca de
nuestros caminos. En el silencio podremos llegarnos a Dios y pedirle que
ilumine nuestras sendas y así evitarnos muchos fracasos y chascos. Entonces el
silencio se convertirá en una oportunidad de pasar tiempo con Dios. Muchas
veces Jesús se retiraba a lugares apartados para estar en silencio y hablar
con su Padre Celestial. Jesús no podía
fallar, no podía dar respuestas impremeditadas, en sus manos estaba tu vida y
la mía. Por eso se apartaba para estar en silencio y encontrarse con Aquel que
es la fuente de toda sabiduría.
Otro pasaje de las Sagradas escrituras muy interesante
acerca del silencio lo encontramos en el libro de los Proverbios:
Aún el necio cuando
calla es contado por sabio, el que cierra sus labios es entendido (Proverbios
17:28)
Muchas personas son interesantes hasta que abren sus labios,
cuando abren sus labios dejan de serlo porque sus labios delatan su falta de
conocimiento. Por ello, si no conoces nada sobre el asunto mejor no decir nada
¡Quizás hasta seas contado por entendido! Hay quienes tratan de mostrar lo que
no son, por falta de autoestima, para agradar a los demás, o simplemente para
ganar un favor. Pero lo cierto es que cada ser humano es una criatura hermosa
para Dios, tratar de agradar a los demás, mostrando algo falso, es inútil,
tarde o temprano se conocerá la verdad sobre el asunto y quien quiera que haya
mostrado altilocuencia o falsa ciencia sobre un punto débil de su persona,
tarde o temprano será descubierto y será tenido por necio y mentiroso. Es
preferible ser contado por sabio y entendido gracias a un elocuente silencio.
El silencio, además, es una forma de protegernos de las
malas personas. En la vida siempre nos topamos con gente cuyas intenciones no
son las mejores. Los evangelios relatan el momento del juicio de Cristo, cuando
sus enemigos buscaban formas de matarlo. Para poder lograr sus fines perversos
los sacerdotes y fariseos buscaron falsos testigos, mentirosos que declaraban
falsedades en contra de Jesús. El Divino Maestro conocía el negro corazón de
sus enemigos, por ello a pesar de las mentiras proferidas en el juicio en contra
suyo, el Maestro guardaba silencio:
“Mas Jesús callaba y
nada respondía (San Marcos 14: 61)
¿Para qué hablar con a aquellos que no querían escuchar?
¿Para qué tratar de convencer a quienes habían visto sus milagros y aún así
pretendían matarlo? El silencio es una herramienta eficaz para mostrar los
errores a una persona que no quiere escuchar.
Jesús había tratado de convencerlos con lazos de amor, Jesús
había devuelto la vista a los ciegos, curado leprosos y había hechos caminar a
los inválidos. La última herramienta del Maestro para convencer a sus enemigos
fue el silencio. Jesús calló ante las mentiras evidentes, ante la iniquidad
manifiesta, quizás sus enemigos se encontraron con el silencio de Jesús y así pudieron contemplar sus propios pecados.
A veces el silencio se convierte en una dura amonestación.
Dios también guarda silencio muchas veces en nuestras
vidas, porque no estamos dispuestos a
escuchar. Cómo el Padre que no tiene más remedio que permitir que su hijo se
golpee, Dios guarda silencio para que nosotros andemos nuestros propios caminos,
tomemos nuestras propias decisiones y de ser necesario, aprendamos a partir de
los golpes.
En
la parábola del hijo pródigo el padre tuvo que guardar silencio cuando su hijo
se fue de casa para malgastar sus bienes. A pesar de que guardó silencio, el
corazón del padre sufría al ver que su hijo amado se iba de su lado. Aunque el
Señor guarda silencio, su corazón anhela que lo busques, que hables con El. Un
día el hijo pródigo volvió al hogar y su padre lo recibió con lágrimas en los
ojos e hizo un banquete para él. Cuando regreses y busques a Dios el silencio
se convertirá en lágrimas de alegría en la hora de tu reencuentro con el
TodopoderosoMaximiliano Juarez
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