Yo
soy el Señor tu Dios que te saqué de Egipto de casa de servidumbre. No tendrás
dioses ajenos delante de mí (Exodo 20:3,4)
Este es el primero de los diez mandamientos
contenidos en las Sagradas escrituras. Ellos fueron entregados a Moisés en el
monte de Sinaí en el año 1400 AC aproximadamente. No es el primer mandamiento
que se encuentra en los catecismos populares, pues estos fueron cambiados
durante el siglo 3 DC. Sin embargo, en la Biblia podemos encontrar los diez
mandamientos tal cual fueron comunicados al pueblo de Israel hace 3400 años.
Los diez mandamientos constituyen la base de la
conducta cristiana, mediante su cumplimiento el ser humano llega a desarrollar
todas sus potencialidades y finalmente alcanza la verdadera felicidad. Una vida
ordenada por los mandamientos de Dios se desarrolla cabalmente y permite el
desarrollo, no solo de la propia individualidad sino también de la vida del
resto de los miembros de la sociedad.
El primer mandamiento prohíbe tener dioses fuera del
Señor. En el mundo antiguo los pueblos paganos tenían gran cantidad de dioses,
cada uno con cualidades propias y rasgos de personalidad particulares. Estos
dioses en la mayoría de los casos participaban de las cualidades particularesde
la humanidad, eran iracundos, borrachos, glotones o adúlteros. Mientras que el
Dios de Israel, el Dios verdadero es Santo, misericordioso y puro.
Tan sólo Dios
puede ser el único objeto de adoración de sus criaturas. Sólo El es digno de
recibir la gloria, honra y honor. No hay nada ni nadie que puedan compararse a
Aquel que habita en la eternidad. Dios trasciende el pasado, el presente y el
futuro, conoce el fin de las cosas desde el principio, no existe un solo átomo
que no se encuentre bajo la dirección del Todopoderoso Omnisapiente. Dios es
incomparablemente superior a cualquier ser inteligente que existe en el
Universo, la belleza de su Espíritu puede verse reflejada en toda su creación,
la magnificencia del firmamento, la presencia imponente del océano, los
frondosos bosques y las asombrosas junglas llenas de color y de vida
constituyen sólo un pálido reflejo de la gloria de su Creador ¡Cómo no hemos de
adorar a un Ser con estas cualidades! No alcanzarían todas los libros del
universo para describir la magnificencia y belleza del Altísimo Dios.
Sólo Dios es fuente de amor y de vida. Al adorarlo
sus criaturas lo contemplan y empiezan a reflejar su imagen en sus propias
vidas. Dios pide la adoración de sus hijos, porque esta adoración perfecciona a
sus criaturas. Cuando los seres humanos adoran al Dios verdadero sus espíritus
se elevan y se funden con el Espíritu de Dios. Pero cuando los seres humanos
adoran a dioses falsos se degradan y llegan a convertirse en su objeto de
adoración. ¡Cuanto más terrible será la degradación de aquellos que adoran a
cosas como el dinero!
El ser humano fue creado con una necesidad innata de
adoración. Todos los hombres rinden culto a algo o a alguien. Están quienes
adoran un equipo de fútbol, quienes adoran a una mujer o a un hombre ¡Incluso
existen personas que adoran a la muerte y al Diablo!
En el nuevo testamento la adoración al Dios
vivo se renueva en Jesucristo. Jesús dijo: “Yo soy el camino
la verdad y la vida, nadie va al Padre sino es por mí”. Además en el libro de
hebreos Pablo expresa lo siguiente: “Y otra vez, cuando introduce al
Primogénito en la tierra, dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios.” (Hebreos
1:6)
Grande es el misterio de la piedad: Dios ha sido
manifestado en carne. El hijo de Dios, la imagen viva del Dios viviente vino a
la tierra como un niño indefenso desde el vientre de la virgen María. Aquel que
habita en la eternidad tomó forma humana. Este constituye el misterio más
grande del universo. El Eterno que habita en luz inaccesible, a quien ningún
hombre ha visto ni puede ver, se hizo visible en Jesús. Jesús es el pensamiento
audible de Aquel que conoce todas las cosas desde el principio. El Hijo de Dios
es el punto de conexión más asombroso que existe entre lo infinito y lo finito.
Debido a este misterio incompresible para cualquier
mente
humana la adoración a partir del nacimiento de Cristo toma un nuevo cauce
que se canaliza a través de Jesucristo. Jesús ahora es el conducto de adoración
a Dios. Por ello Jesús dijo también yo soy la puerta por la que entran y salen
las ovejas. También dijo yo soy la escalera por la que suben y bajan los
ángeles. Entonces Jesús es un camino, es una puerta es una escalera, es un
vínculo.
En Jesús el Invisible se hizo visible, se acercó
como nunca antes a la humanidad y no sólo esto sino que además nos dio a
conocer los misterios ocultos desde tiempos inmemoriales. Jesús reveló la
voluntad más profunda de Dios y en Cristo podemos entender el inmenso amor y
bondad del Altísimo. En Cristo Jesús vemos la magnanimidad del Padre, su
justicia perfecta que se combina con tierna bondad. En el Mesías encontramos el
gran ejemplo que debe seguir todo hombre para agradar a Dios, El es el hermano
mayor de todos los seres humanos, pues gracias a su vida todos nosotros tenemos
una estrella norte que indica el rumbo a seguir.
Cuando Jesús hacía milagros la gente lo reverenciaba
y lo adoraba. Conociendo Cristo su origen divino nunca prohibió a nadie que lo
adorara. Jesús sabía que adorarlo no constituía una infracción al primer
mandamiento. Si Jesús no hubiera sido el Padre encarnado, entonces adorarlo
hubiera sido pecado porque Cristo hubiera sido un dios ajeno. Pero la armonía y
perfección del plan que Dios ingenió para salvar al hombre no encuentra ninguna
contradicción. Todo está perfectamente calculado y la adoración a Cristo está
perfectamente articulada con la adoración al Padre celestial porque son una y
la misma persona.
Mediante la contemplación y adoración del Hijo de
Dios, todo ser humano se eleva y comienza a fundir su mente y espíritu con
Aquel que es la imagen perfecta de Dios que contiene todos los misterios del
universo. El hombre que se llega a Dios por medio de Jesús encuentra el
conducto verdadero hacia la fuente de misericordia, paz y amor.
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