jueves, 8 de noviembre de 2012

El primer mandamiento. La adoración verdadera


Yo soy el Señor tu Dios que te saqué de Egipto de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí (Exodo 20:3,4)

Este es el primero de los diez mandamientos contenidos en las Sagradas escrituras. Ellos fueron entregados a Moisés en el monte de Sinaí en el año 1400 AC aproximadamente. No es el primer mandamiento que se encuentra en los catecismos populares, pues estos fueron cambiados durante el siglo 3 DC. Sin embargo, en la Biblia podemos encontrar los diez mandamientos tal cual fueron comunicados al pueblo de Israel hace 3400 años.

Los diez mandamientos constituyen la base de la conducta cristiana, mediante su cumplimiento el ser humano llega a desarrollar todas sus potencialidades y finalmente alcanza la verdadera felicidad. Una vida ordenada por los mandamientos de Dios se desarrolla cabalmente y permite el desarrollo, no solo de la propia individualidad sino también de la vida del resto de los miembros de la sociedad.

El primer mandamiento prohíbe tener dioses fuera del Señor. En el mundo antiguo los pueblos paganos tenían gran cantidad de dioses, cada uno con cualidades propias y rasgos de personalidad particulares. Estos dioses en la mayoría de los casos participaban de las cualidades particularesde la humanidad, eran iracundos, borrachos, glotones o adúlteros. Mientras que el Dios de Israel, el Dios verdadero es Santo, misericordioso y puro.

Tan sólo Dios puede ser el único objeto de adoración de sus criaturas. Sólo El es digno de recibir la gloria, honra y honor. No hay nada ni nadie que puedan compararse a Aquel que habita en la eternidad. Dios trasciende el pasado, el presente y el futuro, conoce el fin de las cosas desde el principio, no existe un solo átomo que no se encuentre bajo la dirección del Todopoderoso Omnisapiente. Dios es incomparablemente superior a cualquier ser inteligente que existe en el Universo, la belleza de su Espíritu puede verse reflejada en toda su creación, la magnificencia del firmamento, la presencia imponente del océano, los frondosos bosques y las asombrosas junglas llenas de color y de vida constituyen sólo un pálido reflejo de la gloria de su Creador ¡Cómo no hemos de adorar a un Ser con estas cualidades! No alcanzarían todas los libros del universo para describir la magnificencia y belleza del Altísimo Dios.

Sólo Dios es fuente de amor y de vida. Al adorarlo sus criaturas lo contemplan y empiezan a reflejar su imagen en sus propias vidas. Dios pide la adoración de sus hijos, porque esta adoración perfecciona a sus criaturas. Cuando los seres humanos adoran al Dios verdadero sus espíritus se elevan y se funden con el Espíritu de Dios. Pero cuando los seres humanos adoran a dioses falsos se degradan y llegan a convertirse en su objeto de adoración. ¡Cuanto más terrible será la degradación de aquellos que adoran a cosas como el dinero!

El ser humano fue creado con una necesidad innata de adoración. Todos los hombres rinden culto a algo o a alguien. Están quienes adoran un equipo de fútbol, quienes adoran a una mujer o a un hombre ¡Incluso existen personas que adoran a la muerte y al Diablo!
En el nuevo testamento la adoración al Dios vivo  se renueva  en Jesucristo. Jesús dijo: “Yo soy el camino la verdad y la vida, nadie va al Padre sino es por mí”. Además en el libro de hebreos Pablo expresa lo siguiente: “Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en la tierra, dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios.” (Hebreos 1:6)

Grande es el misterio de la piedad: Dios ha sido manifestado en carne. El hijo de Dios, la imagen viva del Dios viviente vino a la tierra como un niño indefenso desde el vientre de la virgen María. Aquel que habita en la eternidad tomó forma humana. Este constituye el misterio más grande del universo. El Eterno que habita en luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver, se hizo visible en Jesús. Jesús es el pensamiento audible de Aquel que conoce todas las cosas desde el principio. El Hijo de Dios es el punto de conexión más asombroso que existe entre lo infinito y lo finito.

Debido a este misterio incompresible para cualquier mente 
humana la adoración a partir del nacimiento de Cristo toma un nuevo cauce que se canaliza a través de Jesucristo. Jesús ahora es el conducto de adoración a Dios. Por ello Jesús dijo también yo soy la puerta por la que entran y salen las ovejas. También dijo yo soy la escalera por la que suben y bajan los ángeles. Entonces Jesús es un camino, es una puerta es una escalera, es un vínculo.

En Jesús el Invisible se hizo visible, se acercó como nunca antes a la humanidad y no sólo esto sino que además nos dio a conocer los misterios ocultos desde tiempos inmemoriales. Jesús reveló la voluntad más profunda de Dios y en Cristo podemos entender el inmenso amor y bondad del Altísimo. En Cristo Jesús vemos la magnanimidad del Padre, su justicia perfecta que se combina con tierna bondad. En el Mesías encontramos el gran ejemplo que debe seguir todo hombre para agradar a Dios, El es el hermano mayor de todos los seres humanos, pues gracias a su vida todos nosotros tenemos una estrella norte que indica el rumbo a seguir.

Cuando Jesús hacía milagros la gente lo reverenciaba y lo adoraba. Conociendo Cristo su origen divino nunca prohibió a nadie que lo adorara. Jesús sabía que adorarlo no constituía una infracción al primer mandamiento. Si Jesús no hubiera sido el Padre encarnado, entonces adorarlo hubiera sido pecado porque Cristo hubiera sido un dios ajeno. Pero la armonía y perfección del plan que Dios ingenió para salvar al hombre no encuentra ninguna contradicción. Todo está perfectamente calculado y la adoración a Cristo está perfectamente articulada con la adoración al Padre celestial porque son una y la misma persona.

Mediante la contemplación y adoración del Hijo de Dios, todo ser humano se eleva y comienza a fundir su mente y espíritu con Aquel que es la imagen perfecta de Dios que contiene todos los misterios del universo. El hombre que se llega a Dios por medio de Jesús encuentra el conducto verdadero hacia la fuente de misericordia, paz y amor.
















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