La
lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo
estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en
tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las
mismas tinieblas? (Mateo 6:22,23)
Nuestro cuerpo se nutre
de los alimentos que ingresan por nuestra boca. Nuestro espíritu se alimenta
principalmente de las enseñanzas que entran por nuestros oídos. Así también,
nuestra mente se alimenta de la información que entra por nuestros ojos.
Jesús nos enseña que
los ojos son la lámpara del cuerpo, porque constituyen una de las principales
avenidas del alma. Así como una computadora puede operar con diferentes
funciones de acuerdo con los programas que le se le carguen, de la misma forma
nuestra mente tiene un funcionamiento determinable por la información que entra
por nuestros sentidos.
En la actualidad, las
personas se niegan a emitir juicios de valor sobre las cosas que se transmiten
por los medios masivos de comunicación. Algunos que levantan la bandera de la
libertad de expresión, terminan cayendo en libertinaje de expresión. Toda
libertad bien entendida requiere límites, así mismo, un límite requiere de un
juicio de valor previo para saber dónde colocarlo. Lamentablemente sucede que las
personas creen que las sociedades civilizadas deben ser amorales. Creen que una
sociedad es más progresista si abarca la mayor cantidad de pensamientos e
ideologías posibles. Los sistemas de legislación pretenden evitar todo juicio
de valor en cuanto lo bueno y lo malo de la programación televisiva, radial, de
diarios y revistas.
Los televidentes se convierten así en una
especie de ente pasivo, sin voz ni voto, que no puede hacer un análisis crítico
de lo que se consume por la televisión. Sexualidad superficial y sin
compromiso, programación vacía de contenido ético y cultural, superficialidad
en las relaciones interpersonales son las características principales de todos
los programas que se transmiten diariamente por la televisión.
Es por medio de la contemplación
que el ser humano llega a identificarse con algo o alguien. Mediante el análisis
y conocimiento del objeto viene la proyección y la imitación. La proyección
entendida como identificación con algo o alguien viene como consecuencia de un
estudio que la mente realiza del objeto contemplado. Hay personas que se
identifican con sus padres porque han sido su objeto de contemplación desde los
años más tiernos de la infancia; otros tienen objetos de proyección menos
nobles como un equipo de futbol, hay quienes se identifican con algún artista y
tratan de imitarlo en su forma de hablar, de vestir o de cantar.
Pero ¿Qué sucede cuando las personas
contemplan bajeza y oscuridad? Hoy en día existe una gran variedad de películas, música y literatura para
programar nuestra mente. Me aterra pensar en los niños y adolescentes que se
crían delante de los televisores consumiendo no sólo superficialidad, sino
mansajes terribles cargados de violaciones, de homicidios, de robos y todo tipo
de bajezas ¿Cuántos son los asesinos, ladrones, estafadores y violadores que
son educados por la televisión? Pequeños niños que desde sus más tiernos años
consumieron programas y películas en los cuales se les enseñaba la forma de
perpetrar delitos, incluso las tretas más impensadas para escapar del brazo de
la justicia. No es asombroso entonces que surjan personajes como aquél que cometió
una masacre tratando de imitar al villano de Batman. Un hombre desequilibrado,
producto de una sociedad enferma que inunda los medios de comunicación con
basura.
Es necesario educar a
nuestros jóvenes de manera tal que puedan controlar sus propensiones animales.
Es de vital urgencia la necesidad de comunicar valores a nuestros niños y
jóvenes, transmitir principios elevados que permitan a las discernir entre lo
bueno y lo malo. Si el ojo es bueno todo el cuerpo estará lleno de luz, enseña
el Maestro. Mediante la contemplación de cosas nobles, esperanzadoras y
constructivas el hombre puede superarse y edificar un carácter fuerte
¡Contemplemos la cruz de Cristo! De manera tal que el carácter abnegado del
Gran Maestro quede impreso en nuestra alma,
contemplemos su sacrificio y su amor por aquellos que estaban perdidos.
Al mirar la cruz de Cristo, juntamente con él podremos crucificar el yo, y así
vivir vidas más plenas que sean de útiles y productivas.
Pero si nuestro ojo
está en tinieblas, las tendencias malas innatas del hombre se acentuarán. El
hombre tiene por naturaleza propensión al pecado, si a esto le agregamos una
mala alimentación mental, el estado del hombre se empeora y se vuelve un
esclavo de sus propias concupiscencias ¡No alimentemos el mal de nuestros
corazones! Antes busquemos la paz, la justicia y el amor, para que por medio de
la contemplación de estos, algún día lleguemos a ver cara a cara a Jesús.
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