Cuando
terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para
pescar.
Respondiendo
Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos
pescado; mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran
cantidad de peces, y su red se rompía. (Lucas 5:4, 5, 6)
Toda la noche Pedro y los
apóstoles habían tratado de sacar peces del agua. Y aunque habían estado
trabajando duramente, todos sus esfuerzos habían sido infructuosos. En la vida
muchas veces vemos que nuestros esfuerzos no producen la cantidad de fruto que
debieran y la dura batalla diaria no arroja los resultados esperados.
Día tras día salimos a la calle
para buscar el pan y lo necesario para el cuerpo y pareciera ser que nunca es suficiente,
pareciera ser que siempre falta algo por hacer. Pasan los años, el tiempo
transcurre y cada año el trabajo no disminuye.
Pedro había intentado pescar
durante la noche, pero había fracasado. En la orilla encontró a Jesús y decidió
obedecer a la Palabra de Cristo, que le había ordenado que entrara nuevamente
al mar para echar las redes. La primera reacción de Pedro fue de escepticismo,
su corazón todavía estaba desanimado por el rotundo fracaso que habían tenido.
Después de todo, la barca seguía siendo la misma, el mar seguía siendo el mismo
y los pescadores también eran los mismos.
Muchas veces la gente se
acostumbra al fracaso, y creen que nunca vencerán, creen que el fracaso es una
carga que nunca podrán dejar atrás. De esta forma, el constante fracaso lleva a
la depresión y abatimiento de corazón. Cuando nos acostumbramos a la derrota,
esto impide que podamos ver la victoria final y entonces empezamos a vivir una
vida de permanente desánimo y tristeza.
Existe mucha sabiduría en el
siguiente adagio: “si quieres resultados diferentes, no sigas haciendo lo
mismo”. Muchas veces caemos en la derrota permanente porque no buscamos
soluciones nuevas, distintas, nos encerramos en nuestra forma de ser y no
innovamos. Pareciera que solo existe una oportunidad de lograr el éxito, pero para
nuestra desgracia esa oportunidad pasó hace años. Esto es un engaño, pues cada
día se renueva la misericordia de Dios y la mañana trae consigo nuevas
oportunidades de arrojar las redes al mar en el nombre de Jesús.
No es necesario esperar la
oportunidad de tu vida, puedes hacerla, puedes buscarla. Jesús dice “el que
busca encuentra, al que toca se le abre”. Junto con el sol del amanecer se
renuevan las oportunidades de vencer, cada día podemos comenzar de nuevo la
batalla para alcanzar la victoria; cada mañana podemos intentar resolver ese
problema que parece imposible de resolver.
Pedro decidió hacer lo mejor, al
obedecer la voz de Jesús. Todo hombre derrotado puede acudir a Aquel que no
pierde batalla. Cuando nuestras manos desgarradas por tanto sacar redes vacías
podemos acudir al Maestro. El Creador del universo conoce el mar, sabe donde
están los peces y sabe cuál es la solución exacta para tus problemas.
Al echar las redes al mar en el
nombre de Jesús estas saldrán henchidas de peces. En el poder de Dios, actuando
juntamente con el factor humano, se encuentra la solución para todos los
problemas. Dios nunca fue derrotado, ni puede ser derrotado, cuando no
alcanzamos la victoria es porque no acudimos al Todopoderoso. Cuando no
encontramos la respuesta adecuada es porque no preguntamos al Omnisapiente.
Dios quiere que tus redes estén llenas
de peces, para que puedas alimentar a todos los que te rodean y así la gente
pueda ver el poder de Jesús obrando a través de tu trabajo. Escucha al Maestro
y no pierdas la fe aunque tus derrotas hayan sido muchas, todavía tienes por
delante la gran pesca milagrosa.
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