viernes, 26 de octubre de 2012

LA LAMPARA DEL CUERPO

La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? (Mateo 6:22,23)
Nuestro cuerpo se nutre de los alimentos que ingresan por nuestra boca. Nuestro espíritu se alimenta principalmente de las enseñanzas que entran por nuestros oídos. Así también, nuestra mente se alimenta de la información que entra por nuestros ojos.
Jesús nos enseña que los ojos son la lámpara del cuerpo, porque constituyen una de las principales avenidas del alma. Así como una computadora puede operar con diferentes funciones de acuerdo con los programas que le se le carguen, de la misma forma nuestra mente tiene un funcionamiento determinable por la información que entra por nuestros sentidos.
En la actualidad, las personas se niegan a emitir juicios de valor sobre las cosas que se transmiten por los medios masivos de comunicación. Algunos que levantan la bandera de la libertad de expresión, terminan cayendo en libertinaje de expresión. Toda libertad bien entendida requiere límites, así mismo, un límite requiere de un juicio de valor previo para saber dónde colocarlo. Lamentablemente sucede que las personas creen que las sociedades civilizadas deben ser amorales. Creen que una sociedad es más progresista si abarca la mayor cantidad de pensamientos e ideologías posibles. Los sistemas de legislación pretenden evitar todo juicio de valor en cuanto lo bueno y lo malo de la programación televisiva, radial, de diarios y revistas.
 Los televidentes se convierten así en una especie de ente pasivo, sin voz ni voto, que no puede hacer un análisis crítico de lo que se consume por la televisión. Sexualidad superficial y sin compromiso, programación vacía de contenido ético y cultural, superficialidad en las relaciones interpersonales son las características principales de todos los programas que se transmiten diariamente por la televisión.
Es por medio de la contemplación que el ser humano llega a identificarse con algo o alguien. Mediante el análisis y conocimiento del objeto viene la proyección y la imitación. La proyección entendida como identificación con algo o alguien viene como consecuencia de un estudio que la mente realiza del objeto contemplado. Hay personas que se identifican con sus padres porque han sido su objeto de contemplación desde los años más tiernos de la infancia; otros tienen objetos de proyección menos nobles como un equipo de futbol, hay quienes se identifican con algún artista y tratan de imitarlo en su forma de hablar, de vestir o de cantar.
 Pero ¿Qué sucede cuando las personas contemplan bajeza y oscuridad? Hoy en día existe una gran variedad  de películas, música y literatura para programar nuestra mente. Me aterra pensar en los niños y adolescentes que se crían delante de los televisores consumiendo no sólo superficialidad, sino mansajes terribles cargados de violaciones, de homicidios, de robos y todo tipo de bajezas ¿Cuántos son los asesinos, ladrones, estafadores y violadores que son educados por la televisión? Pequeños niños que desde sus más tiernos años consumieron programas y películas en los cuales se les enseñaba la forma de perpetrar delitos, incluso las tretas más impensadas para escapar del brazo de la justicia. No es asombroso entonces que surjan personajes como aquél que cometió una masacre tratando de imitar al villano de Batman. Un hombre desequilibrado, producto de una sociedad enferma que inunda los medios de comunicación con basura.
Es necesario educar a nuestros jóvenes de manera tal que puedan controlar sus propensiones animales. Es de vital urgencia la necesidad de comunicar valores a nuestros niños y jóvenes, transmitir principios elevados que permitan a las discernir entre lo bueno y lo malo. Si el ojo es bueno todo el cuerpo estará lleno de luz, enseña el Maestro. Mediante la contemplación de cosas nobles, esperanzadoras y constructivas el hombre puede superarse y edificar un carácter fuerte ¡Contemplemos la cruz de Cristo! De manera tal que el carácter abnegado del Gran Maestro quede impreso en nuestra alma,  contemplemos su sacrificio y su amor por aquellos que estaban perdidos. Al mirar la cruz de Cristo, juntamente con él podremos crucificar el yo, y así vivir vidas más plenas que sean de útiles y productivas.
Pero si nuestro ojo está en tinieblas, las tendencias malas innatas del hombre se acentuarán. El hombre tiene por naturaleza propensión al pecado, si a esto le agregamos una mala alimentación mental, el estado del hombre se empeora y se vuelve un esclavo de sus propias concupiscencias ¡No alimentemos el mal de nuestros corazones! Antes busquemos la paz, la justicia y el amor, para que por medio de la contemplación de estos, algún día lleguemos a ver cara a cara a Jesús.



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